Los libros en mi vida
Estas Historias hicieron algo con mi vida


Han hecho algo. Si.

Un primer encuentro con los libros fue para tener cultura, tema de conversación, verbo, y otros tal como me recomendaban de niño.

Una segunda mirada y encuentro con los libros, fue el proceso de búsqueda. Surgió la necesidad de ubicarme, encontrarme, dar un sentido a mi vida, canalizar mis frustraciones, mis miedos, angustias, mi ansiedad.

Y fue así que desinteresadamente me fui convirtiendo en un gran amigo de los libros. Sin ningún otro interés adicional.

Una cuarta mirada fue el deseo de publicar, el deseo del nombre, el prestigio, el reconocimiento. Y hasta la gloria si me ponía a soñar un poco más.

Con ello había un propósito. El interés y el amor por los libros siempre estaba presente, pero el ego, el deseo de lograr un éxito apreciado por la sociedad, a través de los libros también se coló y el propósito ya era no sólo el libro por el libro si no, el libro y el logro personal, el éxito, el dinero. “El siempre deseado dinero”.

Y es comprensible también, pues con una familia y responsabilidades, el dinero ayuda mucho.

Sin embargo, sin descartar la posibilidad de un logro, reconocimiento, ni dinero a través de la literatura, es importante destacar un nuevo encuentro a través de los libros.

Y este nuevo encuentro es esta contemplación de los libros leídos, de los viajes extraordinarios que he realizado a través de ellos, y que me dejan un sabor, una sensación verdaderamente gratificante, una sensación de felicidad, de gratitud como jamás antes lo había valorado. Seguramente esto ha llegado en forma natural a través de los años de lectura, y por cierto sin darme la menor cuenta.

Pero este nuevo tipo de encuentro, y en el que expreso mi total gratitud. Es por el impacto que en mi cuerpo hacen efecto estas lecturas inolvidables y memorables. Y desde luego no puedo dejar de mencionar la vida y los que han materializado estas obras. O sea los autores.

No puedo hacer un juicio de valor de estos autores como personas. No conozco en detalle a cada autor. Muchos seguramente han hecho cosas reprobables. Pero sus obras han quedado para todos, y al menos por ese aspecto y detalle, se merecen un gran aplauso y mi eterna gratitud.

Trabajar un libro, el proceso de edición, la gestión editorial, el arte de hacer un libro. El trabajo, el esfuerzo, el costo emocional, de tiempo. Muchos han dado la vida en su proceso creativo. Que duda cabe el escritor es un coloso, un grande, y yo no seré un Vargas Llosa, un Proust, un Valdelomar, un Sartre, un Ribeyro, pero igual me apunto en ese grupo. Porque tengo 3 libros hechos y uno a medias. Y por eso creo que estoy también con mucho orgullo, en el grupo de los grandes, de los colosos, de los gigantes.

Esto último lo digo un poco en broma, para alentarme y reírme un poco, no es lo importante. En todo caso me subo la moral yo mismo. En realidad, lo más importante, lo verdaderamente esencial, es haber tenido la dicha de incorporar, sin propósito alguno, una memoria maravillosa en mi ser. Haber incorporado una célula de recuerdos, de vivencias emocionales que quedarán registradas en mi ser, para siempre.

Además la oportunidad que me brinda esta memoria, de crearme un espacio en el cual, puedo ser feliz.

La familia es un motivo de gran felicidad, pero también con la familia suceden conflictos, y desavenencias penosas. Mientras que las palabras de aquellas obras siempre están ahí cuando el refugio, cuando la soledad, es tu mejor opción.

Este espacio de gozo, de dicha infinita que significa la memoria acumulada de sensaciones, es el nuevo y gran descubrimiento que ahora comparto. Durante el proceso de lectura, también algunas páginas pueden resultar abrumadoramente insoportables, hasta tediosas. Me ha pasado. Pero la sensación final del libro leído, es lo finalmente deja esa impronta, esa célula, esa memoria emotiva, que con los años de lectura, se forma algo especial, se genera una vibración diferente. Un espacio único, que no tiene la más mínima relación con lo que te ofrece un mercado que valora la posesión, el status, el prestigio, el dinero, por sobre todo, que hasta se mata por él y viene a ser algo así como el nuevo Dios al que se le rinde el mejor de los cultos. Es la gran religión de la humanidad. No de todos claro.

Es por ello que una mirada sencilla, desde la austeridad de una montaña, podría contener algo mucho más rico y gratificante que desde el mejor de los palacios, tal como en incontables ocasiones hizo referencia el inigualable, el apoteósico, el increíble Conde de Lemos y su maravilloso ícono, Le Palais Concert.

Bien dice Mario Vargas Llosa, no hay mejor oficio que el ser escritor. Es un oficio también riesgoso, pues puede llevarte a aventuras peligrosas y hasta suicidas. Cuantos escritores han terminado locos, alcohólicos y muchos hasta son repudiados, y por eso hay que tener mucho cuidado con el oficio. Es un oficio duro, recio, tal vez más fuerte y salvaje que el del obrero de construcción o el cargador de papas en la parada. Pero aún así suscribo plenamente lo dicho por un gran maestro para mi, Mario Vargas Llosa. Escribir es el mejor de los oficios.

Me he creado algo mejor que una oficina personal maravillosa con vista al mar. De hecho me gustaría una, aunque una casita en la playa en Pacasmayo por ejemplo, no estaría mal.

Como decía, me creado mi propio Palais Concert, ícono inigualable del Conde de Lemos, me he creado y este ha sido mi gran descubrimiento, mi maravillosa sorpresa, una memoria de sensaciones mágicas que me han hecho viajar, llorar, reír como loco, descargar también, suspirar, amar, sufrir, en suma vivir.

Las palabras, los libros que leí, han calado, han dejado un cayo, una impronta, una célula, una memoria, cuyo alcance es ahora parte de mi experiencia vital como ser humano.

Y sólo puedo agregar que esta memoria supera largamente a la tecnología más avanzada.

Con este descubrimiento, puedo decir con absoluta convicción, que el libro en físico, aunque no estoy contemplando el ahorro del papel, no debiera desaparecer jamás.

Seguramente para las nuevas generaciones, el libro en físico tal vez sea fácilmente suplantado por el virtual, pero para mi generación y otras, el libro en las manos, es parte de esta magia, de este hechizo, de este conjuro, que sólo podría compararse cuando de niños íbamos en “mancha”, en “collera de barrio”, para explorar y experimentar en alguna casa abandonada, y tener esa sensación mágica de haber estado en alguna casa embrujada.

Dichosa sensación que sólo puede revivirse tal vez en aquella soledad del proceso de escribir y de leer.